Espècie de lloro estudiada a Bolívia. / CSIC
Las especies pueden beneficiar a otras con las que interactúan en algunos aspectos y
perjudicarlas en otros. Para predecir de una manera fiable la vulnerabilidad de las
especies a la pérdida de sus interacciones bióticas es importante considerar que cada
interacción tiene una mezcla de efectos positivos y negativos sobre las especies
involucradas. Esa es la principal conclusión de un estudio llevado a cabo por un equipo
de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que se
publica en la revista Nature Ecology & Evolution.
Tradicionalmente, las interacciones se han clasificado en función de los beneficios o
perjuicios que implican para las especies. Así, por ejemplo, en una relación mutualista
las dos especies participantes se benefician, mientras que en las antagonistas una sale
beneficiada y la otra perjudicada. Pero este trabajo plantea la importancia de tener en cuenta el conjunto de efectos positivos y negativos presentes en cualquier relación
para valorar la vulnerabilidad de una especie a la pérdida de sus interacciones.
Se ha analizado el comportamiento de ocho especies de loros que habitan en los valles
andinos de Bolivia y su relación con más de 100 plantas de la zona. “Es habitual
considerar a los loros como meros depredadores de semillas. Sin embargo, también es
posible observarlos comiendo plagas de insectos que atacan a algunas de las plantas
con las que interactúan; comiendo pulpa de los frutos de esas plantas, lo que permite
la germinación, o dispersando los frutos que manipulan varios kilómetros, hasta sus
dormideros. Su estudio nos permitió identificar los efectos positivos, negativos o
ambos en estas interacciones”, explica la investigadora del CSIC Alicia Montesinos, que
trabaja en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (centro mixto del CSIC, la
Generalitat Valenciana y la Universidad de Valencia).
Para estudiar los patrones de la red de interacción entre los loros y las plantas, los
investigadores la dividieron en dos subredes: una sólo con los efectos positivos y otra
con los negativos. Comprobaron que las interacciones en ambas subredes eran
distintas y no estaban relacionadas con el azar. En el caso de las interacciones
positivas, las especies más generalistas tendían a interactuar con especies
especialistas, es lo que se conoce como anidamiento. De esta forma, es más difícil que
las especialistas desaparezcan por la pérdida de sus mutualistas, ya que dependen de
especies menos vulnerables. Por otro lado, las interacciones antagonistas se
distribuyen de una manera modular, es decir, hay especies que interactúan con mayor
frecuencia con un grupo de especies. Así, los efectos negativos de ciertas especies no
afectan a toda la red, sino sólo al grupo de especies con el que están más conectadas.
Los autores han demostrado mediante simulaciones que la combinación de los dos
patrones, anidamiento en las interacciones positivas y modularidad en las negativas,
aumenta la robustez de las comunidades a la pérdida de especies. “Disponer de este
conocimiento básico sobre la dualidad de beneficios-perjuicios de cualquier
interacción biótica y utilizarlo puede ser importante para tomar decisiones de
conservación que sean eficaces”, concluye Montesinos.
Alicia Montesinos-Navarro, Fernando Hiraldo, José L. Tella y Guillermo Blanco. Network structure
embracing mutualism-antagonism continuums

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